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Tres años del estilo personal

Ha sido siempre un tabú juzgar a un presidente de la República en funciones, máxime con el estilo particular que se usa en México, en donde el presidente cuenta con facultades y recursos ilimitados, que lo llevan a gobernar casi personalmente.

Ha sido siempre un tabú juzgar a un presidente de la República en funciones, máxime con el estilo particular que se usa en México, en donde el presidente cuenta con facultades y recursos ilimitados, que lo llevan a gobernar casi personalmente.

Tres años de gobierno que estamos cumpliendo, dan para reflexionar sobre el tipo de persona que es el presidente, así como sobre una obra de gobierno que se propone transformar la realidad en que vivimos, a la que han llamado Cuarta Transformación.

Es básico, esencial y correcto, la observación minuciosa y justa de esa obra, para sacar las conclusiones adecuadas. Porque la forma en que se ha dividido el país entre gobierno, oposición, empresarios y pueblo, todos en contra de todos, nos ha puesto en situaciones de critica constante, animadversión y encono. Es necesario la sana meditación, para provocarnos inquietudes que nos permitan adoptar una posición lúcida frente a los problemas nacionales.

A la mitad del mandato presidencial, hemos tenido cambios interesantes, otros preocupantes, problemas nacionales, problemas internacionales y hasta una pandemia que ha dificultado la labor de todo el orbe. Las circunstancias, lo imprevisible, pueden alterar de un momento a otro las tendencias esperadas. Aun así, el presidente AMLO se mantiene con un buen porcentaje de aceptación. Pero también, para otros, revela que cierta intransigencia y el constante choque con sus adversarios, lo que se interpreta como una incapacidad de entender a los demás; lo que agrieta la cohesión social.

Decía Cosío Villegas en su libro “El estilo personal de gobernar”: “(…) puesto que el presidente de México tiene un poder inmenso, es inevitable que lo ejerza personal y no institucionalmente. Es decir, que el temperamento, el carácter, las simpatías y las diferencias, la educación y la experiencia personales, influirán de un modo claro en toda su vida pública y, por lo tanto, en sus actos de gobierno”. López Obrador está convencido de que se desvive literalmente por hacer el bien a México y los mexicanos. De ahí salta a creer que quien critica sus procedimientos, en realidad duda o niega la bondad y la limpieza de sus intenciones.

Nadie puede reprochar al presidente que no esté haciendo el mayor esfuerzo, su ritmo vertiginoso, giras incesantes, largos recorridos por carretera. Y pese a la tragedia de la pandemia y la inesperada y devastadora crisis económica, el presidente parece incombustible en su determinación y optimismo.

Animado por sus convicciones, AMLO está intentándolo todo sin ahorrar energía. Pero a fuerza de ser objetivos, habría que preguntarnos si lo que está haciendo es lo más conveniente. Ojalá y oyera a más gente con otros conceptos. Si su propósito es que su gobierno sea diferente en beneficio de los más necesitados, habría que valorar todo el trabajo no solo según sus intenciones, sino en función de sus resultados, que es lo que importa.

Hay cosas buenas que deben de acabar de transformar nuestra justicia, y cosas malas que es muy fácil transformar en buenas. Es cuestión de que nos pongamos de acuerdo todos.

*El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y Coordinador de Tijuana en Movimiento.

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