Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

No puedo ni quiero ser otra cosa

En los círculos de la novela negra, criminal, negra, la obra narrativa de Leonardo Panura es una de las referencias más apreciadas a la hora de hablar de la literatura latinoamericana.

En los círculos de la novela negra, criminal, negra, la obra narrativa de Leonardo Panura es una de las referencias más apreciadas a la hora de hablar de la literatura latinoamericana. Padura, nacido en el puerto de La Habana en 1955, ganador de premios internacionales, como el Princesa de Asturias de las Letras y el Dashiell Hammett, es hoy en día uno de los narradores que, a través de los casos criminales de que hablan sus textos, nos ha ido contando las peripecias y percances que es vivir en la isla de Cuba desde finales del siglo XX hasta nuestros días. Tal vez por eso su libro de memorias y ensayos literarios se titule, muy socarronamente, Agua por todas partes (Tusquets editores, 2019).

Este libro, sin duda, como lo dice la contraportada del mismo, “es una celebración y un homenaje al género de la novela, del que se siente tan deudor el escritor cubano; en sus páginas aborda cuestiones en torno a este invento que lleva tratando los asuntos de los humanos y siendo una herramienta de transformación de la sociedad y un reflejo de ella”. Cierto. Una buena parte de los capítulos de esta obra son aproximaciones a la obra de otros autores cubanos, principalmente del padre de todos ellos: José María Heredia, quien en el siglo XIX tuvo que exiliarse de Cuba por su anhelo de ver independiente a su patria cuando Cuba era más un sueño poético que una realidad valedera. O su acercamiento a la obra narrativa de Alejo Carpentier, que vio en los vuelcos de la historia del Caribe la raíz revolucionaria por excelencia.

Sin embargo, como la ya mencionada contraportada también lo informa, “Padura no esquiva el ámbito personal y nos muestra la parte más íntima de su trabajo, la cacharrería, la mesa donde cobran vida personajes y tramas que luego pasan a formar parte de sus celebradas novelas, y aquí nos ofrece un brillante relato de cómo se transforma en material narrativo lo que empieza siendo una tenue luz en la mente del narrador. Padura lleva gentilmente de la mano al lector, y se encarga de iluminar ese camino”, donde la historia propia se une al interés por contar retazos del pasado de su país que también lo tocan con su furiosa incertidumbre, con sus misterios por resolver.

En este libro es donde he descubierto a un Leonardo Padura que mucho tiene que ver conmigo. Déjenme explicarme con las palabras de su autor cuando trata de explicar su conducta: la de ser un escritor cubano que no optó por el exilio como tantos otros escritores de su generación y en cambio decidió, con el corazón en la mano, ser un escritor cubano viviendo en Cuba. Por eso se pregunta y nos pregunta: ¿Qué hay de intrigante en una decisión de afincarse en lo propio y escribir desde la pertenencia, la cercanía y la intimidad?” Y para responder afirma que él es “un escritor cubano que vive y escribe en Cuba porque no puedo ni quiero ser otra cosa, porque necesito a Cuba para vivir y escribir”.

Este sentido de pertenencia a La Habana como ciudad y al barrio de La Mantilla como ubicación vivencial, en el caso de Leonardo han definido su carácter, su forma de ser, pues aún vive “en la misma casa donde nació, en un barrio de la periferia habanera donde nacieron mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo”. Y es que esa ciudad y ese barrio son el material esencial de su literatura, lo que le permite estar próximo a la “realidad del país y a los pálpitos de la sociedad” con los que elabora sus novelas.

Y lo mismo puedo yo decir con relación a mi obra literaria y la ciudad de Mexicali y la colonia Nueva, donde resido desde mi nacimiento: son sitios que me han ayudado a contar con una identidad para narrar el mundo, para reflejar lo que soy desde aquello que me pertenece por derecho de querencia. El Mexicali que he levantado con palabras, tramas y personajes está en mis novelas, poemas, ensayos y cuentos. De esta urbe nacen mis obsesiones, reflexiones y quimeras. Una metrópoli fronteriza que me ha dado todo, empezando por alimentarme con sus mitos y leyendas, con sus historias y verdades. Horizonte al que acudo a diario para seguir investigando e imaginando. Como Padura, yo también necesito a mi ciudad para “vivir y escribir”, para seguir siendo quien soy.

*El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

En esta nota