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Los pequeños poderes

Son las doce de la noche del viernes 8 de agosto y los vecinos del Fraccionamiento San Fernando, en Tecate, estamos descansando de las actividades diarias.

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Son las doce de la noche del viernes 8 de agosto y los vecinos del Fraccionamiento San Fernando, en Tecate, estamos descansando de las actividades diarias. Como sucede en estos tiempos de la pandemia, unos tienen la oportunidad de trabajar y otros deben quedarse en casa, y esto crea tensiones que se acumulan y que deben ser eliminadas. Sin embargo, la noche auxilia para que, además del necesario descanso, se aproveche ese tiempo de relajación para eliminar las tensiones y deshacerse del estrés acumulado. El Covid-19 es una enfermedad que nos volteó el mundo por completo. Primero, nos obligó a modificar de manera violenta y brusca, nuestras actividades cotidianas. El amplio espacio en el que nos desenvolvíamos se redujo al estrecho recinto de nuestro hogar. Segundo, las manifestaciones amistosas intrafamiliares o con amigos desaparecieron y nos tornamos, de manera obligada, en personas desconfiadas y propensas al rechazo a muestras de cariño y amistad. Tercero, se nos alteró el carácter y nos convertimos en sujetos proclives a la ira, como producto del confinamiento y de la escasez de movilidad. No somos los mismos ni lo volveremos a ser.

Esa noche, un estruendoso ruido proveniente de una de las casas nos despierta, de manera violenta y nos deja desconcertados. No tenemos la seguridad de que esto esté pasando y pensamos, ingenuamente, que el ruido va a ser eliminado, pero continúa con los más altos decibeles, hasta las cuatro de la mañana. Los vecinos recurrimos a las autoridades pertinentes y marcamos el 911, buscando apoyo. Sin embargo, no hay ninguna reacción. Pareciera que el C5 es una faramalla que se encarga de cubrir hasta la ignominia, a los funcionarios públicos que abusan de su poder. Quien ha puesto la música a todo volumen es un policía municipal que, con su actitud irrespetuosa, nos restriega en la cara que él tiene poder y lo ejerce. Tres llamadas se hicieron al 911, la última a las tres y media de la madrugada y nadie vino a llamar a la cordura al agente.

A este policía le importó un comino, que sus vecinos estuvieran durmiendo; no pensó en que algunos pudieran estar enfermos; en que hubiera recién nacidos; en que hubiera adultos mayores, algunos de más de ochenta años; en que su actitud desconsiderada incrementara el desasosiego familiar; en que las personas merecemos ser respetadas. Esa noche era su noche y los demás no existíamos. Como respuesta a esta agresión los vecinos vamos a interponer una queja ante la Sindicatura, porque no podemos dejarnos avasallar.

Ante situaciones como esta, ¿qué hace la Sindicatura Municipal? ¿Cómo controla que haya una respuesta de parte de la Dirección de Seguridad Pública, en beneficio de la ciudadanía? ¿Sabe de la existencia de una red de corrupción interna de los policías, que los protege y les permite abusar de la gente? La noche del viernes 8 de agosto alguien decidió no seguir el procedimiento que se establece en el Reglamento Municipal Contra el Ruido. Por lo que sería prudente que, primero, se respete la reglamentación municipal, segundo, se le llame la atención al policía, y tercero, se finquen responsabilidades. Vale.

*El autor es Lic. En Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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