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Grupos ecologistas

Cuando pensamos en el patrimonio ecológico de Baja California, nos imaginamos un reservorio inagotable de plantas, animales y sitios únicos que existirán para siempre

Cuando pensamos en el patrimonio ecológico de Baja California, nos imaginamos un reservorio inagotable de plantas, animales y sitios únicos que existirán para siempre, sin necesidad de nuestra atención y nuestro cuidado. Precisemos aquí que si nuestra entidad puede ser algo más que centros comerciales y parques industriales, que ciudades asfixiantes y asfalto ardiente, esa posibilidad de paraíso está ubicada no sólo en las alturas de la sierra, entre las rocas vertiginosas, en nuestros mares llenos de turistas, en nuestros desiertos destrozados por carreras a campo traviesa. Para preservar nuestro patrimonio natural hay que luchar por ello. Y esto es un desafío cuando vemos que la preservación de nuestras riquezas naturales se topa con la pesca ilegal en cuyas redes muere la casi extinta vaquita marina en el mar de Cortés. O en los criaderos de totoaba que lleva a cabo la UABC para recuperar la población de esta especie marina como un trabajo permanente, a largo plazo.

Para el siglo XXI, el redescubrimiento de las riquezas naturales de Baja California se halla en marcha. El turismo ecológico surge ante una entidad que ya cuenta con ciudades de más de un millón de habitantes pero que aún sigue deshabitada en buena parte de su territorio. Sin embargo, la influencia humana, que incluye graves problemas de contaminación ambiental por los procesos industriales y agrícolas que aquí se realizan, impacta directamente en la naturaleza en todas sus formas y manifestaciones. Ya sea la contaminación del agua, de la tierra o de los mares ya son visibles daños impresionantes en la flora y fauna bajacaliforniana, y lo mismo sucede con los seres humanos que respiramos pesticidas, bebemos aguas negras o usamos el suelo como basureros tóxicos. Es hora de replantear el crecimiento y desarrollo de Baja California desde el respeto a la naturaleza de nuestro entorno. Es tiempo de equilibrar las ganancias económicas con la salvación de nuestras riquezas naturales, pues su cuidado y protección permitirán que las generaciones venideras las disfruten como hoy nosotros las disfrutamos. Una de las mejores formas de educar en su cuidado y protección es a través del turismo ecológico, aquel que nos permite conocer y convivir con la diversidad biológica de nuestro estado a la vez que no destruye o ensucia los paraísos naturales con que contamos. Acudimos a la naturaleza no para explotarla o dañarla sino para obtener, con su presencia, la sabiduría que nos permita comprender que todos los seres vivos estamos relacionados, que proteger, estudiar y respetar nuestras maravillas naturales es apoyar su permanencia intacta, su prodigiosa verdad. Para descubrir estas maravillas se deben recordar las palabras de Carlos Lazcano, explorador mexicano, que nos recuerda (La Crónica, 27-III-2009) que “hay que respetar las reglas de los que aman la naturaleza: no dejar nada, más que las huellas de los pies; no matar nada, más que el tiempo; no tomar nada, más que fotografías”. Sólo así nuestro patrimonio natural puede ser preservado: con la educación ambiental que nos indica que debemos educarnos en el respeto ecológico, cuidando nuestro entorno natural y humano para no contaminar más el mundo en que vivimos, la Baja California que somos.

Tal vez por eso, de las aproximadamente 1,200 organizaciones no gubernamentales (ONG) que existen en Baja California para la tercera década del siglo XXI, la mayoría son ambientales, creadas por bajacalifornianos conscientes del peligro que acecha a nuestras riquezas naturales y de los riesgos en salud que afectan a todos sus habitantes por la contaminación ambiental. Grupos tan diversos como Gaviota Playas de Tijuana, Ecoparque, Hélice, Conservación de fauna del Noroeste, Oasis del desierto, Programa fronterizo de educación ambiental, Comité de participación y defensa ciudadana, Pro-Esteros o Creas, para nombrar unos pocos de los muchos que existen en el estado y que se han dedicado, en las últimas décadas, ha mostrar que la defensa de nuestro ambiente es fundamental para obtener una vida comunitaria que pueda sostenernos a todos sin menoscabo de las especies en peligro de extinción, sin la destrucción de los singulares ecosistemas con lo que compartimos nuestra existencia. Su lema común es que todos somos responsables de mantener un mundo limpio, una Baja California donde el progreso, el turismo, los desarrollos urbanos y los negocios de explotación no pesen más que la preservación de nuestras riquezas naturales, no hagan daño a nuestra flora y fauna sino que contribuyan a que perduren, a que se multipliquen como símbolos vivos de nuestro estado.

*El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua

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