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El outsourcing es el futuro

La clase política tiene una pésima capacidad de entender los tiempos en que existe

La clase política tiene una pésima capacidad de entender los tiempos en que existe. Repetidamente toma decisiones que proyectan su voluntad de regresar a un pasado ficticio en vez de encaminarse al futuro. Priorizar energías a base de carbón, el Estado como rector de la economía, desalentar la inversión extranjera, por mencionar algunas de las decisiones que en latitudes civilizadas considerarían como absurdas. El más reciente exabrupto ha sido la prohibición del trabajo en régimen de subcontratación (outsourcing).

El empleo formal dentro de una organización es un concepto relativamente nuevo, al menos un par de siglos. El modelo organizacional de las compañías modernas comenzó en la Revolución Industrial, resultó mucho mejor contratar a decenas de empleados para centralizar operaciones y tener cadenas gerenciales eficientes. En una economía productora de bienes manufacturados, tiene completo sentido tener a toda tu planilla laboral bajo el mismo techo; sería totalmente ineficiente subcontratar todos los aspectos de tu operación con terceros. En la era digital, esta concepción del empleo y negocios está cambiando radicalmente.

En la era digital, las compañías productoras de películas ofrecen una muestra de como serán los modelos organizacionales de negocio en poco tiempo. Estas compañías pueden reunir a los mejores directores, actores, camarógrafos, mercadólogos, músicos y demás profesionales para producir una cinta de $50 millones USD en un año; al momento de concluir el proyecto, esta asociación temporal se disuelve. Cada uno de sus integrantes es un contratista independiente que ofrece sus servicios de manera temporal, no gozan de un empleo permanente (The Sovereign Individual).

Una gran parte de los empleos calificados de hoy comienzan

a adaptarse a esta dinámica. Hay programadores que llevan años trabajando para una organización sin haber pisado sus oficinas, sus labores son a base de proyectos y entregables más que puestos formales; además en sus tiempos libres pueden vender sus servicios a terceros.

Bajo esta lógica, la geografía ha dejado de ser un obstáculo para acercarse a los mejores perfiles. Una empresa tech en San Francisco puede llegar a la conclusión de que le sale más barato contratar a programadores contratistas en Nueva Delhi e Islamabad trabajando remotamente que pagar una nómina onerosa.

Frente a este escenario, numerosos empleos se volverán obsoletos en cuestión de décadas. Hoy más que nunca es imperativo que formemos profesionistas con habilidades duras (programar, idiomas, mercadotecnia, escritura, etc.); la memorización será menos útil dado el fácil acceso a la totalidad del conocimiento humano por medio del internet.

La prohibición al outsourcing representará mayores gastos para las empresas; unas decidirán absorber el golpe, otras se irán a jurisdicciones menos impositivas. Las más afectadas serán aquellas que se dedican a la manufactura de bienes materiales, las menos afectadas serán las empresas de tecnología.

Un programador originario de Tijuana puede estar ofreciendo sus servicios para un startup en Sillicon Valley percibiendo una buena remuneración en Bitcoin y viviendo en Uruguay para pagar mínimos impuestos. Conforme otros se vayan enterando de esta nueva dinámica, otros colegas suyos harán lo mismo. El resultado será que el gobierno mexicano perderá contribuyentes, por ende, menos recaudación, por su terca voluntad de no entender hacia dónde vamos como civilización. Su regreso al pasado nos llevará a un paupérrimo futuro.

*- El autor es abogado y estudiante de maestría en administración y políticas públicas.

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