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Criminales de nacimiento

No tenemos mayor desafío que resolver la violencia y criminalidad endémicas.

Es difícil imaginar qué país puede tener una cantidad tan elevada de asesinatos con mutilaciones. ¿De qué se trata esta abundancia de fragmentos humanos? ¿Qué nos pasa?

La violencia y la criminalidad en México son fenómenos singulares. La interpretación de este enigma es diversa, donde lo social juega un papel fundamental, pero también lo hace lo biológico. Es importante comprender que existe un espectro en cuanto a la empatía. Algunos individuos tienen una mayor capacidad empática, mientras que otros carecen de ella. La empatía está en gran medida determinada por la genética y se manifiesta desde la infancia, lo cual nos distingue.

Dentro de este espectro, encontramos a niños y adolescentes que se encuentran en proceso de maduración y modulación. Un entorno propicio, caracterizado por el aprendizaje y la normalización de la violencia, puede activar la carga genética en muchos jóvenes que, de no haber sido así, quizá no habrían optado por convertirse en delincuentes. La pobreza y la falta de educación facilitan este tipo de conductas desenfrenadas. La centenaria falta de justicia ha generado una sensación de normalización.

"Vale nada" diría José Alfredo Jiménez. La falta de empatía es una condición necesaria para ejecutar acciones tan despiadadas. Encontrar fragmentos de recién asesinados es algo sumamente grave y, lamentablemente, algo cotidiano en nuestro país. Muchas caras tienen la violencia, la delincuencia implica una falta de empatía, una distorsión que podría generarse como efecto de las llamadas "células espejo" que rodeadas de impunidad y oferta de dinero mal habido es fácil caer en la imagen de abundancia que se le atribuye a la criminalidad.

No solo contamos con evidencia de diferencias estructurales cerebrales en los delincuentes, también sabemos que las vías dopaminérgicas están alteradas. Se ha creado una bola de nieve que crece de manera exponencial, disminuye por momentos y luego resurge. Los asesinatos recientes en San Vicente son una muestra de esta descomposición. Las cabezas decapitadas y sus fragmentos, a menudo acompañados de mensajes que son al mismo tiempo una jactancia de su autoría, ocurren en todo el país, aunque hay regiones donde son más frecuentes, como Baja California y Sonora, las cuales han sido víctimas en gran medida.

Parece que el comportamiento criminal crece más rápido que las medidas tomadas para contenerlo. Aunque los datos gubernamentales indiquen una disminución en el número de jóvenes involucrados, la realidad es que la violencia continúa de manera brutal y no se vislumbra una solución clara. Parece que nos espera un siglo muy violento, nos sentimos abrumados y con una fuerte sensación de desamparo ante el crimen

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