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Adriana Trujillo: el cine como realidad a construir

Adriana Trujillo (Tijuana, 1977) es una cineasta que ha hecho del propio cine y video bajacalifornianos su centro de atención visual.

Adriana Trujillo (Tijuana, 1977) es una cineasta que ha hecho del propio cine y video bajacalifornianos su centro de atención visual. Y es que reconocer el camino que transitamos, la senda a la que nos incorporamos en un momento de nuestras vidas de nuestra vocación, es importante no sólo como un conocimiento más si no como una toma de conciencia de nuestras aportaciones a una realidad vivencial, profesional y vital de nuestro tiempo, una realidad a la que pertenecemos y de la que formamos parte: Baja California como creación colectiva que no puede quedar sólo en manos de quienes la filman desde una perspectiva foránea, sino que debe enriquecerse con las visiones propias de quienes viven en esta región del mundo.

Y eso es lo que Adriana Trujillo, comunicóloga tijuanense, ha hecho al realizar un documental sobre la historia de un arte y una profesión por la que ella misma ha apostado: El cine y el video independiente en Tijuana de 1996-2000 (2001), una investigación que busca recabar las múltiples voces de un trabajo creativo que, a últimas fechas, ha tenido un desarrollo profesional inusitado. Su indagatoria busca mostrarnos una historia que es crónica de viaje a través de imágenes, escenarios y protagonistas esenciales de una forma de ver el mundo, de hacerlo visible para propios como extraños.

En sus documentales, Adriana expone una tesis central: que todo arte es un trabajo compartido, un organismo vivo donde todos ponemos un poco de nuestro aliento vital, de nuestras energías. Ya sea un video de ficción o uno experimental, la imaginación y la técnica dominan el horizonte de las realizaciones y el resultado final el que tenemos frente a nuestros ojos, una panorámica real de esfuerzos y logros individuales o colectivos, independientes o institucionales. El trabajo de Adriana nos permite no sólo contemplar las imágenes realizadas y a sus protagonistas, sino también las reacciones que sus filmes y videos provocan en personajes claves de la cultura bajacaliforniana. Pienso que lo dicho por los entrevistados se resuelve en opiniones complementarias que iluminan el carácter diverso de la producción audiovisual en términos creativos antes que comerciales.

La visión de Trujillo es buscar a los protagonistas de un cine video experimental arriesgado en sus propuestas; un arte que ha nacido en las aulas universitarias de las escuelas deciencias de la comunicación o en los centros de investigación regionales para brincar, con renovado vigor, a la producción independiente, al trabajo en equipo libre de ataduras institucionales. El mayor logro de Adriana Trujillo, como uno de los tantos ejemplos de las nuevas generaciones de documentalistas bajacalifornianos, no es desaparecer tras la cámara sino saber elegir las palabras e imágenes que iluminan este recorrido por un medio cada vez más autónomo y libre en su hechura; un arte que nos permite videar/vadear/venerar la realidad, una manifestación creativa que es constancia y compromiso, voluntad y placer, aventura y rigor, desde el corazón mismo de Baja California, desde la línea fronteriza entre lo deseable y lo posible, entre lo creativo y lo reflexivo. Pero también indagando, a últimas fechas, en lo histórico como choque de interpretaciones sobre sucesos de nuestro pasado que han sido convertidos en mitologías regionales, como ha sucedido con la revolución floresmagonista de 1911, cuyos revolucionarios anarcosindicalista trataron inútilmente de liberar a Baja California, tanto del yugo político-militar como de la mentalidad porfirista, a los pobladores de aquella época. De ahí que Adriana se acerque a este conflicto ideológico a través de una puesta en escena bajo el título de Insurrección (2017). Lo teatral le sirve como acicate para hacernos comprender el drama humano que hubo detrás de ese acontecimiento histórico.

Por otra parte, para el ojo panóptico de Trujillo todo es paisaje: la carretera, el cuerpo humano, los edificios, los objetos de uso. Lo que aquí vemos son miradas sin tiempo pero llenas de historias por contar, plenas de relatos por imaginar.El documental de Adriana es un documento en sí mismo, funciona como prueba de nuestro paso por el mundo, como evidencia de nuestras efímeras presencias en esas imágenes que lo mismo exhiben heridas comunes que exponen con ternura la dureza de la realidad que nos corresponde, de la humanidad en sus caídas y bienaventuranzas. El cine de Adriana es el cine bajacaliforniano que quiere entender el mundo y compartir con nosotros sus mejores imágenes, sus trazos más despiertos.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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