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Tú, ella, él y yo somos infinitamente dignos

Reclamamos nuestro bienestar pero con qué frecuencia no reparamos en el malestar (maltrato) que sufren otros o incluso que provocamos a otros; los migrantes, por ejemplo.

CRITERIO

Un novísimo escrito recorre hoy el mundo entero; no hay nación que no lo tenga ya en sus manos. Bajo el título de “Dignidad infinita” (Dignitas infinita, en su original latín) y promovido desde Roma por Francisco, el Papa, es un documento breve y útil para todos sin excepción. Vale la pena comentar aquí algunas de sus expresiones, si bien no podrían ser todas al considerar las limitaciones de este espacio. El texto, que se hizo madurar durante cinco años y se publicó apenas el pasado 2 de abril, se refiere concretamente a la dignidad que por sí misma, es decir, que por el mero hecho de serlo tiene toda persona sin una sola excepción. Por encima de todos los seres del universo material, la distinción del ser humano rebasa la dignidad de cualquier otra creatura, de allí la cualidad de “infinita”. Es necesario hoy, aún a estas alturas de la historia, renovar la toma de conciencia del valor que por sí misma y en sí misma tiene toda persona sin importar para ello las condiciones externas, ni virtudes ni defectos que definan las circunstancias externas de cada uno de nosotros. En esta época qué claro nos viene quedando eso de los derechos humanos por los que tanto lucharon generaciones previas y por los que seguimos hoy luchando y, pues bien, el fundamento de esos derechos es precisamente la dignidad de cada uno, que por cierto es idéntica para todos, sin importar qué tan buenos, inteligentes, solidarios, amorosos o trabajadores seamos o no seamos, y obvia decirlo, igual si somos o no de uno u otro sexo, raza, edad, tamaño, credo, nación, partido, ocupación, comunidad, etcétera: Es necesario tener hasta el fondo de la conciencia que todos somos exactamente iguales en dignidad y que en este tema no los hay de segunda ni de tercera porque todos somos de primera. A partir de este principio fundamental el referido escrito -por cierto disponible en miles de sitios de Internetalude a diversas situaciones que caracterizan nuestra actual civilización y cultura. Por citar algunos aspectos veamos, por ejemplo, a qué grado cada quien reclama su libertad personal y a un grado menor o nulo reclama la libertad ajena; allí tenemos la prisión injusta, el secuestro o la disimulada restricción a la libertad de expresión. Y qué bien reclamamos nuestro bienestar pero con qué frecuencia no reparamos en el malestar (maltrato) que sufren otros o incluso que provocamos a otros; los migrantes, por ejemplo. También la normalización del homicidio, ahora sin precedentes: Genocidios, generocidio, aborto, eutanasia, suicidio asistido, etcétera, y tanto, que no sólo los toleramos sino que los hemos convertido en derechos, paradójicamente en derechos humanos; allí tienes a Francia ayer anunciando el derecho a terminar la vida de los no nacidos, ignorándoles así cualquier rastro de dignidad. Menciona también el documento la amenaza impositiva de la ideología de género que en el fondo procura la negación de la diferencia sexual hombre-mujer y al respecto el escrito señala que si bien el género y el sexo se pueden distinguir, estos no se pueden separar. Se lee también que el niño en base a su dignidad tiene derecho a tener un origen plenamente humano, es decir, ser concebido mediante una relación sexual, corporal, y no ser inducido artificialmente; sólo saber que hoy unos nueve millones de niños en el mundo constituyen nuestra actual “generación probeta”. Prácticas viciadas sobre la vida también “en sentido opuesto” como la obstinación o encarnizamiento terapéutico en la que se trata de prolongar a toda costa, y frecuentemente a gran costo, la vida de enfermos terminales agónicos sin posibilidad de remedio alguno. El escrito retoma el señalamiento de Juan Pablo II de que en este tiempo “son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada”, lo que no requiere mayor explicación y para ejemplo están esos “muchos”, lo que ofende la dignidad fundamental de miles de millones de seres humanos. En fin, vale la pena, para ateos, agnósticos y creyentes revisar este manifiesto que busca resaltar la dignidad tuya, la de ella, la de él y la mía, y dar cuenta que la dignidad es lo único idéntico en todos.